«No cabe la menor duda del fraude de Maduro», repiten uno tras otro, una y otra vez. Lo necesitan tal vez, como los feligreses, para reafirmar en sí mismos esa fe inconmovible basada en nada: no han visto prueba alguna, no han escuchado a los observadores internacionales de su propio país, no han leido la resolución del Tribunal, no han analizado los números ni atendido a los expertos electorales de la propia oposición venezolana que anticiparon un escenario de derrota. Ni siquiera los conocen.
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