A algunos se diría
que no les ha salido nunca al encuentro,
o que no han sabido dar con ella,
o que les ha dado miedo,
pero se ve en sus miradas
-esos diminutos lagos grises
en los que no termina de llover-,
que cuando ellos estaban,
ella acababa de irse
o no había llegado aún.
Si al menos hubiese tristeza.
Pero no hay nada,
solo lo que nunca fue.
Karmelo C. Iribarren