Sale de la marquesina y mira
hacia la izquierda;
vuelve y reinicia su pequeño
“claqueteo” nervioso.
No aguanta más, se muere, necesita
que llegue el autobús; la vida, todo
lo que ésta le tenga reservado.
Y lo necesita ya, ahora, esta noche de sábado.
Mañana es una entelequia, una ficción,
un planeta a años luz.
Y vuelve a salir y mira y se consume de deseo.
Es terriblemente desgraciada un segundo,
y al siguiente –llega el autobús al fin– se ríe
y parece que amanece en el mundo.
Y yo la miro y pienso
que, aunque solo fuera por eso,
por esa fuerza, por sentir
lo que ahora mismo está sintiendo ella,
merece la pena vivir.
Karmelo C. Iribarren