Si te pienso, otro tiempo
dormido se ilumina
en los rincones de noviembre.
«Mirad, pasan los días
igual que perros tristes»,
nos dijo aquella noche
de la que no regresaría
nunca más. Tantas veces
la vimos sonreír, vestirse
con la prisa de su deseo,
abrirnos el regalo de su inteligencia
o hablarle al mar, el disfrazado,
el siempre disfrazado.
Solía irse muy lejos
al despuntar el mes
en que la savia se envanece
pulsando las raíces,
delicado furor,
delgada voz del crecimiento.
Cerca, junto al camino,
por encima de un cúmulo
de ramas y hojas secas
han pasado unos niños
que persiguen a su madre
en un juego perenne.
Debajo está mi corazón.