Era un lugar siniestro,
peligroso,
un lugar
donde podía pasarte
cualquier cosa.
Los trenes iban lentos: al otro lado
estaba Francia, nada menos,
y más lejos aún,
pero mucho más lejos, Pekín.
Una vez fui con mi madre hasta Bayona.
Estaba todo limpio y quieto,
como muerto,
como si no pasase nada.
Luego lo supe: ser libre
no es igual que ser feliz.
Karmelo C. Iribarren