Otoño - Miguel Floriano

Si te pienso, otro tiempo

dormido se ilumina

en los rincones de noviembre.

«Mirad, pasan los días

igual que perros tristes»,

nos dijo aquella noche

de la que no regresaría

nunca más. Tantas veces

la vimos sonreír, vestirse

con la prisa de su deseo,

abrirnos el regalo de su inteligencia

o hablarle al mar, el disfrazado,

el siempre disfrazado.

Solía irse muy lejos

al despuntar el mes

en que la savia se envanece

pulsando las raíces,

delicado furor,

delgada voz del crecimiento.

Cerca, junto al camino,

por encima de un cúmulo

de ramas y hojas secas

han pasado unos niños

que persiguen a su madre

en un juego perenne.

Debajo está mi corazón.