La belleza de la palabra
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La canción de Amergin

   Soy el viento en el mar;

   Soy la ola del océano;

   Soy el toro de siete batallas;

   Soy el águila en la roca;

   Soy un destello del sol;

   Soy la más bella de las plantas;

   Soy un fuerte jabalí;

   Soy un salmón en el agua;

   Soy un lago en la llanura;

Soy una cima fortificada;

   Soy la palabra del conocimiento;

   Soy la cabeza de la lanza en batalla;

   Soy el dios...

... que pone fuego en la cabeza;

   ... que suaviza la montaña pedregosa;

   ... que puede decir las edades de la luna;

  ... que que proclama dónde descansará el sol;

... a quién sonríen esas olas;

... que afila espadas en una fortaleza asolada por la peste;

Lamento de las armas... Lamento del viento.

En algún momento del siglo XII, en algún lugar de Irlanda, un escriba, que escribía en irlandés, incluyó un poema del siglo IX en su manuscrito Lebor Gabála Érenn [El libro de las invasiones], una historia de Irlanda y los irlandeses desde la creación del mundo hasta la Edad Media. El poema, ahora conocido como "La canción de Amergin", es una estrofa de veinte versos sin rima en una forma poética del irlandés antiguo que utiliza la aliteración y la métrica conocida como "rosc". Amergin, el líder de la invasión milesia, recita espontáneamente este poema mientras vadea la orilla con sus ocho hermanos y un gran grupo de guerreros de uno de los treinta y seis barcos milesios que llegaron a la bahía de Ballinskelligs, en algún momento alrededor de Beltaine, [principios de mayo] durante la edad de bronce. La mitología venacular hace de éste el primer poema pronunciado en lengua irlandesa.

www.sundials-ireland.com/kerry/Waterville.htm

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Haiku del whisky

Mòine agus eòrna

Copar agus dorach

Uisge beatha

Anónimo

Turba y cebada

Cobre y roble

Whisky

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Pretérito perfecto simple (2011)

Porque no lo vales,

ni lo valiste nunca.

Porque no lo sientes

y sólo lo fingiste.

Porque te crees especial

y no eras más que eventual.

Porque te creías una estrella

aunque fueras una errante.

Porque te querías mucho

pero nunca supiste querer.

Porque te creías todo lo que te decías.

Por todo eso y más,

nunca llegaste a existir

aunque creyeras que sí.

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Me hubiera gustado

Me hubiera gustado tanto

haberte acompañado, feliz, al tendal, observando cómo volabas las sábanas, luminosas, blancas, cegadoras e inmensas, como un mundo que, en tus manos, se hinchaba de luz y alegría. Madre.

Me hubiera gustado tanto conocer el bosque a tu lado: sus nidos, las hojas, los tallos, los bichos, los zorros, los charcos, el barro... Padre.

Me hubiera gustado tanto que supieras ser... Hermana.

Abuelo... Tú fuiste todo el amor que cabe en una mano cansada que te ofrece el agua. Pero ya no eres. Me hubiera gustado.

Y cómo me gustaría no echar aún de menos lo que nunca pasó: el abrazo, el "te quiero", el consuelo, el consejo, la palabra. Y, sin embargo, el insulto, la violencia, la rabia y, finalmente... silencio, distancia, dolor. Y ya nada.

Me hubiera gustado el camino de esos niños felices. Creo que serán buenos padres.

Mi camino es duro, pero es mío. Me sostienen mis rodillas. Y, hasta que el cuerpo aguante, lo voy a recorrer.

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Duende jocoso

El azar.

Ese duende jocoso de sonrisa eterna,

mezcla de maldad y bondad perpetua,

ajeno a todo lo humano y lo divino.

Nos cruzamos aquella tarde sin destino,

bajo paraguas y lluvias.

Tú no tenías que estar allí,

yo ni siquiera sé por qué pase por allí,

simplemente pasé sin querer pasar,

sin querer estar.

Y te miré

y me miraste.

Ojos sencillos bajo lluvia silenciosa,

chaparrón de sensaciones,

en silencio.

Y el agua caía.

Pasé de largo y tú pasaste de corto.

El azar.

(Junio de 2017)

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Jatetu jaiku

Espejo quebrado,

reflejos de ego y

sombras que ahogan.

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Para siempre

Nunca llegué a mirarte

con ojos distantes de amigo

porque sentía ser parte

de tu abrazo sin abrigo.

Tu sonrisa siempre ahí

en ese lugar mágico

de esa alegría interior,

tu belleza a flor de piel

incluso en aquella cama

coronada de tubos,

de fluidos vitales.

Incluso tu palidez

se veía eclipsada

por una sonrisa perfecta.

No parecías enferma

y el brillo de tus ojos

parecía eterno.

Aquella noche te abracé

entre tubos

y máquinas

que dejaron de sonar

por ti.

Para ti.

En ti.

Y te fuiste

para siempre.

(Enero 2010. ContinuumST.)

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Oda a los trenes del Sur

TRENES del Sur, pequeños

entre

los volcanes,

deslizando

vagones

sobre

rieles

mojados

por la lluvia vitalicia,

entre montañas

crespas

y pesadumbre

de palos quemados.

Oh

frontera

de bosques goteantes,

de anchos helechos, de agua,

de coronas.

Oh territorio

fresco

recién salido del lago,

del río,

del mar o de la lluvia

con el pelo mojado,

con la cintura llena

de lianas portentosas,

y entonces

en el medio

de las vegetaciones,

en la raya

de la multiplicada cabellera,

un penacho perdido,

el plumero

de una locomotora fugitiva

con un tren arrastrando

cosas vagas

en la solemnidad aplastadora

de la naturaleza,

lanzando

un grito

de ansia,

de humo,

como un escalofrío

en el paisaje!

Así

desde sus olas

los trigales

con el tren pasajero

conversan como

si fuera

sombra, cascada o ave

de aquellas latitudes,

y el tren

su chisperío

de carbón abrasado

reparte

con oscura

malignidad

de diablo

y sigue,

sigue,

sigue,

trepa el alto viaducto

del río Malleco

como subiendo

por una guitarra

y canta

en las alturas

del equilibrio azul

de la ferretería,

silba el vibrante tren

del fin del mundo

como

si

se despidiera

y se fuera a caer donde

termina

el espacio terrestre,

se fuera a despeñar entre las islas

finales del océano.

Yo voy contigo,

tren, trepidante

tren

de la frontera:

voy a Renaico,

espérame,

tengo que comprar lana en Collipulli,

espérame, que tengo

que descender en Quepe,

en Loncoche, en Osorno,

buscar piñones, telas

recién tejidas, con olor

a oveja y lluvia...

Corre,

tren, oruga, susurro,

animalito longitudinal,

entre las hojas

frías

y la tierra fragante,

corre

con

taciturnos

hombres de negra manta,

con monturas,

con silenciosos sacos

de papas de las islas,

con la madera

del alerce rojo,

del oloroso coigue,

del roble sempiterno.

Oh tren

explorador

de soledades,

cuando vuelves

al hangar de Santiago,

a las colmenas

del hombre y su cruzado poderío,

duermes tal vez

por una noche triste

un sueño sin perfume,

sin nieves, sin raíces,

sin islas que te esperan en la lluvia.

inmóvil

entre anónimos

vagones.

Pero

yo, entre un océano

de trenes,

en el cielo

de las locomotoras,

te reconocería

por

cierto aire

de lejos, por tus ruedas

mojadas allá lejos,

y por tu traspasado

corazón que conoce

la indecible, salvaje,

lluviosa,

azul fragancia!

PABLO NERUDA

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Poema - Querría no dessearos

Querría no dessearos

y dessear no quereros,

mas, si me aparto de veros,

tanto me pena dexaros

que me olvido de olvidaros.

Si os demando galardón

en pago de mis servicios,

daysme vos por beneficios

pena, dolor y passión,

por más desconsolación.

Y no puedo desamaros

aunque me aparto de veros,

que si pienso en no quereros

tanto me pena dexaros

que me olvido de olvidaros.

Juan del Encina

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Ande yo caliente

Ande yo caliente,

y ríase la gente.

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañana de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla

el príncipe mil cuidados

como píldoras dorados,

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asador reviente,

y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas

de plata y nieve el enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del rey que rabió me cuente,

y ríase la gente.

Busque muy en hora buena

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de la fuente,

y ríase la gente.

Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su dama;

que yo más quiero pasar

de Yepes a Madrigar

la regalada corriente,

y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada,

do se junten ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

y ríase la gente.

Luís de Góngora y Argote

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A la sombra de mi sombra

A la sombra de mi sombra

me estoy haciendo un sombrero;

sombrero de largas pajas

que he recogido del suelo.

Lo haré con el ala ancha,

que casi llegue hasta el cielo

pa' muchas veces no ver

las cosas que ver no quiero.

No quiero ver injusticias ni miserias;

no quiero ver militares ni princesas;

no quiero ver dictaduras ni pobrezas;

no quier ver religiones ricas, ni reinas.

Que sólo quiero yo ver a los pobres sin miseria;

a los ricos sin dinero desnudos en esta tierra;

a infinitos corazones unidos por el amor

y unidos contra la guerra.

A la sombra de mi sombra

me estoy haciendo un sombrero

pero voy a dejar de hacerlo

para luchar con dos güevos.

Manolo Chinato

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Poema: Soledad (de Diario de un poeta recién casado)

En ti estás todo, mar, y sin embargo,

¡qué sin ti estás, qué solo,

qué lejos, siempre, de ti mismo!

Abierto en mil heridas, cada instante,

cual mi frente,

tus olas van, como mis pensamientos,

y vienen, van y vienen,

besándose, apartándose,

con un eterno conocerse,

mar, y desconocerse.

Eres tú, y no lo sabes,

tu corazón te late y no lo sientes...

¡Qué plenitud de soledad, mar solo!

Juan Ramón Jiménez

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Haiku de la siesta

La hamaca te mece

La higuera se mueve

Tu cabeza gira y gira

Arariel

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Soneto LXXXV

Quien dice que la ausencia causa olvido

merece ser de todos olvidado.

El verdadero y firme enamorado

está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;

la soledad levanta su cuidado;

hallarse de su bien tan apartado

hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,

aunque cese el mirar que las causó,

si quedan en el alma confirmadas,

que si uno está con muchas cuchilladas,

porque huya de quien lo acuchilló

no por eso serán mejor curadas.

Juan Boscán

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Atardeció sin ti

Atardeció sin ti. De los cipreses...

a las torres, sin ti me estremecía.

Qué desgana esperar un nuevo día

sin que me abraces y sin que me beses.

A fuerza de tropiezos y reveses

la piel de la esperanza se me enfría.

Qué agonía ocultarte mi agonía,

y qué resurrección si me entendieses.

Atardeció sin ti. Seguro y lento,

el sol se derrumbó, limón maduro,

y a solas recibí su último aliento.

Quién me viera caer, lento y seguro,

sin más calor ni más resurgimiento,

gris el alma y frustrada entre lo oscuro.

Antonio Gala

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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida

a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte

a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones

a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel

a las cinco de la tarde.

Ya luchan la paloma y el leopardo

a las cinco de la tarde.

Y un muslo con un asta desolada

a las cinco de la tarde.

Comenzaron los sones del bordón

a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo

a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio

a las cinco de la tarde.

¡ Y el toro solo corazón arriba !

a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando

a las cinco de la tarde,

cuando la plaza se cubrió de yodo

a las cinco de la tarde,

la muerte puso huevos en la herida

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama

a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído

a las cinco de la tarde.

El toro ya mugía por su frente

a las cinco de la tarde.

El cuarto se irisaba de agonía

a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena

a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles

a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles

a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

¡ Ay qué terribles cinco de la tarde !

¡ Eran las cinco en todos los relojes !

¡ Eran las cinco en sombra de la tarde !

F.G Lorca

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Haiku 9. Paracaídas

Paracaídas

abiertos sobre la luna:

muerte de pluma

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Haiku 8...

Cómo disfrutan

en un bando y en otro

los asesinos.

Mario Benedetti (Rincón de haikus)

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Alejandrino dadá

Patatas del campo traigo para hacer en tortilla

huevos del áfrica negra y oscura de un avestruz,

culinario alejandrino, de tortilla puede ser

cebolla blanca y aceite en mixtura dadaísta.

No es organizada receta porque dadá quiere ser

en diecisiete pasos de sonido tortilla al dadá.

ContinuumST. (Septiembre. 2005)

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A mis soledades voy

A mis soledades voy,

de mis soledades vengo,

porque para andar conmigo

me bastan mis pensamientos

No sé qué tiene el aldea

donde vivo y donde muero,

que con venir de mí mismo,

no puedo venir más lejos.

Ni estoy bien ni mal conmigo;

mas dice mi entendimiento

que un hombre que todo es alma

está cautivo en su cuerpo.

Entiendo lo que me basta,

y solamente no entiendo

cómo se sufre a sí mismo

un ignorante soberbio.

De cuantas cosas me cansan,

fácilmente me defiendo;

pero no puedo guardarme

de los peligros de un necio.

Él dirá que yo lo soy,

pero con falso argumento;

que humildad y necedad

no caben en un sujeto.

La diferencia conozco,

porque en él y en mí contemplo

su locura en su arrogancia,

mi humildad en mi desprecio.

O sabe naturaleza

más que supo en este tiempo,

o tantos que nacen sabios

es porque lo dicen ellos.

«Sólo sé que no sé nada»,

dijo un filósofo, haciendo

la cuenta con su humildad,

adonde lo más es menos.

No me precio de entendido,

de desdichado me precio;

que los que no son dichosos,

¿cómo pueden ser discretos?

No puede durar el mundo,

porque dicen, y lo creo,

que suena a vidrio quebrado

y que ha de romperse presto.

Señales son del juicio

ver que todos le perdemos,

unos por carta de más,

otros por carta de menos.

Dijeron que antiguamente

se fue la verdad al cielo;

tal la pusieron los hombres,

que desde entonces no ha vuelto.

En dos edades vivimos

los propios y los ajenos:

la de plata los extraños,

y la de cobre los nuestros.

¿A quién no dará cuidado,

si es español verdadero,

ver los hombres a lo antiguo

y el valor a lo moderno?

Todos andan bien vestidos,

y quéjanse de los precios,

de medio arriba romanos,

de medio abajo romeros.

Dijo Dios que comería

su pan el hombre primero

en el sudor de su cara

por quebrar su mandamiento;

y algunos, inobedientes

a la vergüenza y al miedo,

con las prendas de su honor

han trocado los efectos.

Virtud y filosofía

peregrinan como ciegos;

el uno se lleva al otro,

llorando van y pidiendo.

Dos polos tiene la tierra,

universal movimiento,

la mejor vida el favor,

la mejor sangre el dinero.

Oigo tañer las campanas,

y no me espanto, aunque puedo,

que en lugar de tantas cruces

haya tantos hombres muertos.

Mirando estoy los sepulcros,

cuyos mármoles eternos

están diciendo sin lengua

que no lo fueron sus dueños.

¡Oh, bien haya quien los hizo!

Porque solamente en ellos

de los poderosos grandes

se vengaron los pequeños.

Fea pintan a la envidia;

yo confieso que la tengo

de unos hombres que no saben

quién vive pared en medio.

Sin libros y sin papeles,

sin tratos, cuentas ni cuentos,

cuando quieren escribir,

piden prestado el tintero.

Sin ser pobres ni ser ricos,

tienen chimenea y huerto;

no los despiertan cuidados,

ni pretensiones ni pleitos;

ni murmuraron del grande,

ni ofendieron al pequeño;

nunca, como yo, firmaron

parabién, ni Pascuas dieron.

Con esta envidia que digo,

y lo que paso en silencio,

a mis soledades voy,

de mis soledades vengo.

Lope de Vega

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Risa y sonrisa

Cuando me hablan de felicidad

siempre hablo de sonrisas,

palabra inmensa la primera

pequeña coda la segunda,

apéndice involuntario,

fuera de moda.

La segunda.

Incluso una risa

o risotada involuntaria,

placer real y físico.

Felicidad, palabra torcida

llevada al extremo

sin aparente baremo.

Sonrisa, franca y sin dobleces.

Risa, escapada mental

que barrunta la risotada.

Risotada, incontinencia feliz.

Felicidad, palabra truncada

sin contenido aparente.

Ampulosa y vacía.

 

ContinuumST. Enero 2001

 

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Las cosas

El bastón, las monedas, el llavero,

la dócil cerradura, las tardías

notas que no leerán los pocos días

que me quedan, los naipes y el tablero,

un libro y en sus páginas la ajada

violeta, monumento de una tarde

sin duda inolvidable y ya olvidada,

el rojo espejo occidental en que arde

una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,

láminas, umbrales, atlas, copas, clavos,

nos sirven como tácitos esclavos,

ciegas y extrañamente sigilosas!

Durarán más allá de nuestro olvido;

no sabrán nunca que nos hemos ido.

Jorge Luis Borges

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Haiku 7....

Frontera plena

de contrabando:

la de la edad.

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Poema - Si ya no vienes

Si ya no vienes, ¿para qué te aguardo?

Y si te aguardo, di por qué no vienes,

verde y lozana zarza que mantienes

sin consumirte el fuego donde ardo.

Cuánto tardas, amor, y cuánto tardo

en rescindir los extinguidos bienes.

Ya quién me salve no lo sé, ni quienes

clavan el alma dardo sobre dardo.

A la mañana, que se vuelve oscura,

sigue la noche, que se vuelve clara

a solas con tu sed, que hiere y cura.

No quisiera pensar si no pensara

que, privado que fui de tu hermosura,

me olvidara de mí si te olvidara.

Antonio Gala

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