Sabemos que el hombre es el ser con el menos común de todos los sentidos: el sentido común. También que es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y que si hay alguien experto en meterse en problemas gratuitamente y luego lamentarse de las consecuencias, también es él. El mundo del turismo no iba a ser la excepción para esta demostración de poca cabeza. Porque ahí tenemos, rizando el rizo, la opción del turismo extremo, el más difícil (y más idiota) todavía.
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