No creo que los más propensos a la chanza fácil y a la broma inocente pongan pegas si me da por decir que muchos de los neofascistas que ahora pululan por nuestra querida España disfrutarían con un sueño lúdico, tan emocionante como patriótico, en el que una comunidad autónoma (y no digamos ya el gobierno central) tuviera a un vicepresidente torero y a otro militar. Y si me apuráis, imagino que si una tercera vicepresidencia se la concedieran a un obispo, el sueño lúdico acabaría en un húmedo final feliz.