Steve Jobs tenía un estilo de vida particular, con rutinas que singulares e ideales excéntricas como el hábito de cambiar su automóvil cada seis meses, una práctica poco común incluso para multimillonarios. Este comportamiento no era un simple capricho, sino una estrategia calculada que combinaba su obsesión por la privacidad, su minimalismo característico y un aprovechamiento ingenioso de la normativa legal en California.
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