“No sientas gusto ni disgusto; entonces, todo estará claro”. Así dijo un maestro chino zen en el siglo VIII (cuando, supongo, las duchas calientes eran escasas y esporádicas). Me topé con esta frase hace algunos años, y me pareció algo medio confuso y sin sentido. Ahora, después de unas cuantas decenas de duchas frías como parte de mi educación zen, me parece la cúspide de la sabiduría, un credo a seguir de por vida. Muy a mi pesar, me encanta.