¿Por qué para la legislación vigente los animales nunca son víctimas de tortura? ¿Por qué cualquier encarnizamiento para con ellos sólo entra en la menos terrible categoría de maltrato? Llamar a las cosas por su nombre puede ser una táctica radical en una sociedad especista. Si las palabras construyen nuestro mundo, modificarlas o resignificarlas es una parte importante de cualquier propuesta revolucionaria
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