Se esperaba una invasión de campo, porque en el Central de la Complutense eso es casi como una rutina. Claro que en esta ocasión había que estar con cierto ojo, porque la seguridad no era la de un partido más. No lo era, porque España se jugaba el Mundial de Japón. No lo era, sobre todo, porque el rey Felipe VI observaría todo desde el palco. Y el Central, un campo muy cuco, tampoco está acostumbrado a tan distinguida presencia. Ni el rugby tampoco, la verdad.
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