Ocio, entretenimiento y humor
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¿Para qué queremos tantos frontones en Teruel?

Nada nos hermana más como especie que la ridiculez. Aunque hay ejemplares oficialmente empadronados en él (hola, Monedero), en general vivimos intentando no hacer el ridículo a toda costa, una lucha perdida de antemano. El ridículo es inevitable. Hace falta muy poquito para verse a uno mismo haciendo esfuerzos por algo —integrarse, molar, pasar desapercibido— y acabar convertido en una máquina expendedora de lástima y patetismo.

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