La primera vez que Pepa Plana (Valls, Tarragona, 1965) vio actuar a una payasa fue a la suiza Gardi Hutter y lo vivió como una revelación: las mujeres también podían ceñir a su nariz la máscara más pequeña del mundo. Le advirtieron que se moriría de hambre, porque no había un circuito en el que ella encajara, pero ella se obcecó en contravenir los lugares comunes: haría espectáculos para adultos, con componente dramatúrgico y de género.
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