Puede que la naturaleza te haya “castigado” con unos pechos pequeños, una frente amplia, cejas gruesos, la cara angulosa y un rostro velludo, de modo que tu feminidad está en entredicho. Si a eso le añadimos una tendencia a dar órdenes (especialmente a los hombres) y un desdén absoluto por los quehaceres domésticos, el cuadro está completo: usted es un marimacho. El párrafo anterior aparece en el libro ‘Enfermedades y trastornos de la vida conyugal’, publicado en Barcelona en 1961.
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