En octubre de 1985, un coloso sudanés recién aterrizado en la NBA llamado Manute Bol respondía con escalofriante naturalidad ante la avalancha de periodistas que se agolpaban bajo sus enormes pies: “¿Le asusta el reto de enfrentarse a los mejores jugadores del mundo?”. “No me asusta nada”, respondió. “Recuerdo que cuando era más joven tuve que cazar un león con mis propias manos”.
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