Hubo una época feliz en que los niños y niñas no teníamos móvil, ni whatsapp (lógico: si no teníamos móvil…), y nuestro modo de relacionarnos pasaba por bajar a la calle y vernos las caras unos a otros. Para vencer al tedio teníamos que jugar, y algunos directivos de poderosas empresas vieron ahí una posibilidad de negocio: “¿qué tal si ofrecemos algún juguete con nuestro producto para que éste se venda más?”.
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