«Pero, joder, es que son muy buenos». Así acaban la mayor parte de críticas a los Javis: con una rendición del odiador. Porque puede parecer que hay muchas razones para que Javier Calvo (Madrid, 1991) y Javier Ambrossi (Madrid, 1984), la pareja profesional y sentimental más mediática del país, den rabia. Crispen. Se puede alegar agotamiento ante su omnipresencia viral, un cierto cansancio de tanta exposición. Pero eso es dar rodeos, es esconderse y trampear. Lo que ocurre de verdad con los Javis es mucho más sencillo: tienen talento.
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