Icíar Bollaín tiene un don como cineasta. Sabe pararse y mirar. Está atenta a lo que se cuece en las calles. Eso se convierte en películas que se adelantan a los debates sociales. Cuando nadie hablaba de violencia machista ella la puso en el foco gracias a Te doy mis ojos. Cuando la conciliación era un término que no se usaba, ella la abordó desde ese trío de espías en la sorprendente Mataharis. Hasta la descolonización que ahora copa titulares aparecía en un filme como Y también la lluvia.
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