Se escribe mucho de la burbuja inmobiliaria, de sus causas, de sus artífices y sus víctimas, y poco o nada de su estética. Será, supongo, por no trivializar. Pero el hecho es que las criaturas surgidas de aquellos años de oro, ésas que adornan los reportajes destinados a sacarnos los colores en la prensa internacional, son todas extraordinariamente feas.
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