“Un día en el supermercado, me la encontré. Ella iba con una amiga. “Precisamente hablábamos de ti”, me dijo. Parecía más feliz. No sé qué dije, pero la hice reír. Quedamos en llamarnos. Durante unos días, esperé su llamada intentando no ilusionarme demasiado. No he vuelto a saber nada de ella y me parece que no debo llamarla (…)”.
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