Como no sea en la imaginación de los profesores de física, no resulta fácil conseguir una máquina sin fricción. Pero poner un montón de bacterias nadadoras en una gota de agua consigue justo eso: un fluido que ofrece resistencia nula al movimiento. Por increíble que parezca, esa resistencia (o viscosidad, como se diría más apropiadamente) puede ser incluso negativa: se crea un líquido autopropulsor capaz de hacer, digamos, que un motor rote de una manera que parezca desafiar a las leyes de la termodinámica.
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