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Edimburgo y la muerte

No podían robar al cadáver, pero sí el cadáver. Bueno, permitido no estaba nada, pero solo lo primero acarreaba pena de cárcel. Y contaban con la excusa de hacerlo en nombre de la ciencia. Mentira, claro, era en el suyo propio; el desarrollo de la floreciente escuela de medicina era un efecto colateral. La cantidad de cuerpos que estudiantes y profesores universitarios precisaban no se satisfacía solo con los condenados a muerte. Y donde hay demanda, hay negocio, sin importar momento histórico ni tipo de mercancía.

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