Querida Daisy, my darling. Prometí contarte, al término de la campaña, cómo habían ido las cosas. Y aquí me tienes. Cumpliendo mi palabra. Al alba y con viento de Levante, como sabes, zarpó la flota británica para defender Gibraltar de esa España poblada por sucios meridionales –follaburros, según nuestro tabloide The Sun– que en las novelas marítimas de Dudley Pope siempre son cobardes y huelen a ajo.
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