Cuentan que un día, presa de pánico escénico, aquel joven llamado Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, comenzó un monólogo incoherente y exuberante que provocó que un espectador le gritara molesto “¡Cuánto inflas!”, injuria que desde entonces el novel actor asumiría, apocopada, como el alias que lo inmortalizaría: “Cantinflas”. La historia, que se presume falsa, es parte ya de la leyenda de Mario Moreno; el aporte de Shilinsky a la formación del cómico es una certidumbre que se conoce menos. Las vidas de Cantinflas y de Shilinsky se entrelazaron
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