Durante los últimos 23 años, Ian Brackenbury Channell ha ostentado uno de los puestos más peculiares del mundo: mago oficial de Nueva Zelanda. En este tiempo, se convirtió en uno de los iconos turísticos de Christchurch, la tercera ciudad del país, donde por unos 10.000 euros al año lo mismo entretenía con sus trucos al respetable que invocaba la lluvia con una danza. Pero ahora, un cambio de rumbo en las políticas municipales ha llevado a las autoridades a prescindir de sus servicios, algo que el hechicero no se ha tomado nada bien.
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