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La cara visible del capitalismo es un currante como tú
Cuando vivía con mis padres, comíamos los cuatro, o los cinco, según el día, en la cocina. Nos lo pasábamos bien: cada uno intentaba decir una chorrada más gorda, aunque yo figuraba siempre entre los favoritos. Una vez al mes, a eso de las tres de la tarde, sonaba el telefonillo, o el porterillo electrónico.
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