A finales de la década de los 80, justo antes de que la URSS colapsara como entidad, Pepsi llegó a un acuerdo con el gobierno soviético: refresco a cambio de submarinos. De la nada, Pepsi pasó a tener la sexta flota naval militar más grande del mundo. En cierto sentido, Pepsi estaba desmantelando a la Unión Soviética más rápido que cualquier otro país.
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