Ahora, cuando volvemos a casa de los padres y abrimos el álbum del 99, de cuando todavía no sabíamos lo que significaba selfie y teníamos que revelar las fotos, nos entra un ataque de nostalgia viendo esa horrible nuca rapada. Ojalá nunca vuelva esa moda, pero qué felices éramos poniendo, sin saberlo, las primeras piedras del chonismo en la Valencia de finales de los 90.
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