Un hombre alto, con gafas, educadísimo y que no habla español embarcó ayer al mediodía junto al Náutico en una lancha de remos de 50 euros decidido a llegar a Canadá. Agárrense, pues esto es lo que contó un minuto antes: «Cuando esté cuatro millas mar adentro, haré autostop y esperaré que un carguero que cruce el Atlántico me remolque»
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