Las zonas de arbustos del Retiro, aquellos caminos menos transitados, los esquinazos vegetales que nadie vigila, ofrecen una sensación de intimidad que algunas personas aprovechan para dejar sus marrones. No se trata de la expiación de las ansiedades y el estrés del trabajo mediante la meditación al aire libre o la absolución, arrodillados en un picnic, de los problemas atosigantes de la existencia. No.
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