Llego tarde a La Rambla. Es cierto que en la noche de carnaval no existen las horas. Sé de mi retraso, sin embargo, porque el olor caldoso de las meadas inunda las zonas de baile y florecen en el suelo las primeras botellas abandonadas. Algún borracho se desvía de su grupo, comenta disfraces, balbucea bromas…
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