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En primer lugar, pues, Europa, nodriza del pueblo vencedor de todas las naciones y con mucho la más hermosa de las tierras. Muchos han hecho de ella merecidamente no un tercio del mundo, sino la mitad, con el orbe dividido en dos partes desde el río Don hasta el estrecho de Gades.
El Océano, al verter las aguas atlánticas a través del espacio que hemos descrito, sumergiendo con sus ávidas corrientes unas tierras que causaban espanto al viajero, lame las que le cierran el paso, dibujando una quebrada y retorcida línea costera. Sobre todo a Europa, la recorta con numerosos entrantes, pero en particular los cuatro principales golfos, el primero de los cuales traza una inmensa curva desde el monte Calpe, extremidad de Hispania -como se ha dicho-, a Locros, para terminar en el cabo Brutio.
Dentro de este espacio, la primera tierra en la Hispania llamada Ulterior, y también Bética, y a continuación desde los confines de Murgi a las cimas del Pirineo, la Citerior, también llamada Tarraconense. La Ulterior se divide en dos provincias en el sentido de la longitud, ya que por el costado septentrional de la Bética se extiende la Lusitania, separada de ella por el río Guadiana. Éste, que nace en el territorio Laminitano de la Hispania Citerior, y que tan pronto se desborda en lagunas como se estrecha en desfiladeros o se esconde del todo bajo tierra y renace gozoso varias veces, desemboca en el Océano Atlántico.
La Tarraconense, por su parte, pegada al Pirineo y discurriendo a lo largo de toda su vertiente, se extiende transversalmente desde el mar Ibérico hasta el golfo Gálico, y está separada de la Bética y de la Lusitania por el monte Solorio y las cadenas Oretana y Carpetana y la de los Ástures .
Bética.
La Bética, así llamada por el río que la corta por medio, aventaja al resto de las provincias merced a sus ricos cultivos y a una especie de peculiar y espléndida fertilidad. Tiene cuatro conventos jurídicos, el de Gades, el de Córdoba, el de Ástigis y el de Hispalis. Las poblaciones suman todas ciento setenta y cinco, de las que nueve son colonias, diez municipios de ciudadanos Romanos, veintisiete de derecho latino antiguo, seis libres, tres federadas, y ciento veinte tributarias. Entre los lugares partiendo del río Guadiana y en la costa del Océano, se encuentran la población de Ónoba, apellidada Estuaria, en la confluencia del Luxia y del Urio; los montes Harenos, el río Betis, la costa Curense, con el recodo de su bahía enfrente de la cual está Gades- de la que se hablará entre las islas-; el cabo de Juno, el puerto de Besipo, la población de Belo, Melaria, el estrecho del Atlántico, Carteya, llamada Tartesos por los griegos, y el monte Calpe.
A continuación, en la costa del Mediterráneo, la población de Barbésula y su río, también llamada Sálduba; la población de Suel, Málaga -con su río-, que es una de las federadas. A continuación Ménuba con su río, Sexi, apellidada Firmum Iulium, Sel, Ábdara y Murgi, que es el final de la Bética.
Toda esta costa en su conjunto pensó Marco Agripa que era de origen cartaginés. Pero la de frente al Océano Atlántico, del Guadiana para allá, es de los bástulos y de los túrdulos. Marco Varrón cuenta que allí llegaron íberos y persas, así como celtas y púnicos, pues fue el “juego” (lusus) del padre Líber (Baco) o el “delirio” (Lyssam) de los que danzaban con él, el que dio su nombre a la Lusitania, y a Pan el gobierno de toda ella. En cuanto a las cosas que se cuentan de Hércules, y de Pirene o de Saturno, yo las considero sencillamente fabulosas.
El Betis, que no nace en la población de Mentesa de la provincia Tarraconense, como han dicho algunos, sino en la sierra de Tugia (junto a donde el río Táder riega el territorio cartaginés), esquiva luego en Ilurco el monumento funerario de Escipión y, volviendo su curso hacia poniente, se dirige al Océano Atlántico, adoptando como hija suya a la provincia, pequeño al principio, pero enriquecido por muchos afluentes a los que roba fama y aguas. Penetrando en la Bética por Osigetania, su suave y amable cauce está habitado a derecha e izquierda por numerosas poblaciones.
Las poblaciones más célebres del interior, entre el río y la costa del Océano, son Ségida que se apellida Augurina, Ulia o Fidencia, Urgao o Alba, Ébura o Ceriale, Iliberri o Liberini, Ilípula o Laus, Artigi o Julienses, Vesci o Favencia, Síngili, Ategua, Arialduno, Agla Minor, Bebro, Castra Vinaria, Cisimbro, Hippo Nova, Ilurco, Osca, Oscua, Sucelo, Unditano, Tucci Vetus, todas ellas en la parte de la Bastetania que mira al mar.
En el convento jurídico de Córdoba, al lado mismo del río, está Osigi que se apellida Latonio; Iliturgi o Forum Iulium, Ipra, Isturgi o Triunfales, Sucia y, a diecisiete mil pasos tierra adentro, Obulco, que se llama Pontificense: seguidamente Ripa, Epora -una de las federadas-, Sacili Martialium, Ónuba y, a la orilla derecha, Córdoba, la colonia que se apellida Patricia. Desde allí, donde empieza a ser navegable el Betis, se hallan las poblaciones de Cárbula, Detuma, y el río Genil que desemboca en el Betis por el mismo lado.
Son poblaciones del convento jurídico de Híspalis, Celti, Axati, Arva, Canama, Neva, Ilipa, que se apellida Ilipa, Itálica. Y, por la izquierda, la colonia de Híspal, que se apellida Romulense. En la orilla de enfrente Osset, apellidada Julia Constancia, Vergento o Iuli Genius, Oripo, Caura, Siaro y el río Ménuba, que vierte también él al Betis por laorilla derecha. Entre los estuarios del Betis, la población de Nabrisa, apellidada Veneria, y Colobana, y las colonias de Hasta, que se llama Regia, y tierra adentro, Asido o Cesarina.
El río Genil, que desemboca en el Betis en el lugar que se ha dicho, baña la colonia Astigitana, que se apellida Augusta Firma, y es navegable desde allí. Las restantes colonias exentas de tributo de este convento jurídico son Tucci que se apellida Augusta Gemela, Ituci o Virtus Iulia, Ucubi o Claritas Iulia, Urso o Genetiva Urbanorum . Entre ellas estuvo Munda, que fue capturada junto con el hijo de Pompeyo. Poblaciones libres son Astigi Vetus y Ostipo; tributarias , Callet, Calícula, Castra Gemina, Ilipula Minor, Marruca, Sacrana, Obúlcula, Oningis, Sabora, Ventipo. No lejos del río Ménuba, navegable también, se hallan las de Olontigi, Lelia y Lástigi.
La región que se extiende desde el Betis hasta el río Guadiana, fuera de las tierras mencionadas, se llama Beturia y se divide en dos partes y otros tantos pueblos: los célticos, que lindan con Lusitania y son del convento Hispalense, y los túrdulos, que habitan en los confines de la Lusitania y de la Tarraconense y acuden a Córdoba para las cuestiones legales. Que los célticos han llegado de Lusitania y provienen de los celtíberos, es manifiesto por los cultos religiosos, la lengua y los nombres de las poblaciones que se distinguen dentro de la Bética por sus apelaciones. A Seria se le llama también Fama Iulia; a Nertóbriga, Concordia Iulia; a Ségida, Restituta Iulia; Contributa Iulia a Ugultunia (con la que ahora está asociada también Cúriga); a Lacimurga, Constantia Iulia; a Estereses, Fortunales, y a Calenses, Eneánicos. Además de éstas, en la Céltica están Acinipo, Arunda, Arunci, Turóbriga, Lástigi, Salpesa, Sepone, Seripo. La otra Beturia, que hemos dicho que es la de los túrdulos y del convento Cordobés, tiene poblaciones que no dejan de ser notables: Arsa, Melaria, Miróbriga, Regina, Sosintigi, Sísapo.
Del convento Gaditano son, de ciudadanos romanos, Regina; de derecho latino Lepia Regia, Carisa de sobrenombre Aurelia, Urgia, apellidada Castrum Iulium y también Caesaris Salutariensis. Poblaciones tributarias son Besaro, Belipo, Barbésula, Blacipo, Besipo, Callet, Capa junto con Oleastro, Iptuci, Ibrona, Lascuta, Saguncia, Saudo, Usepo.
La longitud total de la provincia, según el testimonio de Marco Agripa, es de cuatrocientos setenta y cinco mil pasos y la anchura doscientos cincuenta y ocho mil, pero eso era cuando sus límites se extendían hasta Cartagena. Esta causa da lugar bastante frecuentemente a grandes errores en la estimación de las dimensiones: en unos casos por cambio de los límites de las provincias, en otros porque se alarga o reduce el número de pasos de los caminos. En un tiempo tan dilatado los mares han penetrado en la tierra, en otro lugar se han adelantado las costas, o se ha torcido el curso de los ríos, o se han enderezado sus meandros. Además observadores distintos parten de diferentes puntos para las medidas, y las siguen por distintas vías. Así ocurre que no hay dos que coincidan.
La longitud actual de la Bética, desde la localidad de Cástulo hasta Gades, es de doscientos cincuenta mil pasos y desde Murgi, en la costa, veinticinco mil más. La anchura, de Carteya al Guadiana, por la costa doscientos treinta y cuatro mil pasos. ¿Quién creería que Agripa, varón tan celoso y que tanto se esmeró en este trabajo, cuando fue a exponer la imagen del mundo a los ojos de Roma se equivicó, y con él el divino Augusto? Porque éste fue el que llevó a término el pórtico que empezó a levantar la hermana de Agripa, en el que se albergaba ese plano del orbe, elaborado según el proyecto y los escritos de Marco Agripa.
Hispania Citerior
La antigua disposición de la Hispania Citerior, como la de muchas provincias ha cambiado bastante, a saber, de cuando Pompeyo Magno en los trofeos que levantó en el Pirineo, proclamaba que él había sometido a su potestad ochocientas sesenta y seis poblaciones entre los Alpes y los confines de la Hispania Ulterior . Ahora el conjunto de la provincia está dividido en siete conventos jurídicos, el de Cartagena, el de Tárraco, el de Cesaraugusta, el de Clunia, el de los Ástures, el de Lugo, el de Braga. A ellos se añaden las islas, de las que se hace mención aparte. La provincia propiamente dicha, además de las doscientas noventa y tres ciudades sometidas a otras, contiene ciento setenta y nueve poblaciones, de las que doce son colonias, trece poblaciones de ciudadanos romanos, dieciocho de latinos antiguos, una federada y ciento treinta y cinco tributarias.
Los primeros en la costa son los bástulos, tras ellos yendo hacia el interior, en el orden en que se les nombrará, los mentesanos, los oretanos y, junto al Tajo, los carpetanos. Próximos a éstos, los vacceos, los vetones y los arévacos celtibéricos. Las ciudades vecinas a la costa son Urci, y Baria -que pertenece a la Bética-; la región de Bastitania; a continuación Contestania; la colonia de Cartagena, desde cuyo cabo, que se llama de Saturno, el trayecto a la ciudad de Cesarea de Mauritania es de ciento noventa y siete mil pasos. Lo que sigue en la costa es el río Táder, la colonia exenta de tributo de Ilici, de donde el nombre del golfo Ilicitano: de ella dependen los icositanos. Seguidamente, Lucento, de los latinos, Denia tributaria, el río Júcar, antes también ciudad, y el límite de la Contestania . La región de Edetania, con un amable lago que se extiende ante ella, llega hasta Celtiberia. Valencia, una colonia separada tres mil pasos del mar; el río Turia; a la misma distancia del mar, Sagunto, una población de ciudadanos romanos, famosa por su lealtad, y el río Udiva. El territorio de los ilergaones; el río Ebro, rico por el comercio fluvial, nacido en el país de los cántabros no lejos de Julióbriga, que discurre a lo largo de cuatrocientos cincuenta mil pasos y admite naves hasta doscientas sesenta mil desde la localidad de Vareya. Por este río llamaron los griegos Iberia a toda Hispania. El territorio de Cesetania y el río Subi, la colonia de Tárraco, fundada por los Escipiones como Cartago por los púnicos. El territorio de los ilergetes, la población de Subur, el río Rubricatum, a partir del cual empiezan los lacetanos y los indígetes.
Después de éstos, yendo hacia el interior en el orden en que se los nombrará, al pie del Pirineo, los ausetanos, los jacetanos y a lo largo del Pirineo, los cerretanos y finalmente los váscones. En la costa, la colonia de Bárcino, apellidada Favencia, y las poblaciones de ciudadanos romanos de Bétulo, Iluro, el río Arno, Blandas, el río Alba; Ampurias, que son dos ciudades, una de los antiguos indígenas y otra de los griegos descendientes de los foceos, y el río Tícer. A cuarenta mil pasos de éste, el templo de la Benus Pirinea al otro lado del cabo. Recorriendo ahora uno a uno los conventos jurídicos, se dará noticia de las cosas más notables, además de las ya dichas. En Tárraco dirimen sus pleitos cuarenta y dos pueblos, de los que los más famosos son entre los de ciudadanos romanos, los dertosanos y los bisgargitanos; entre los de derecho latino, los ausetanos, los cerretanos -que se apellidan uno julianos y otros augustanos-, los edetanos, los gerundenses, los yesonienses, los tearos o julienses. Entre los tributarios los acuicaldenses, los esonenses y los beculonenses .
Cesaraugusta, colonia exenta de tributo, es bañada por el Ebro. En su emplazamiento hubo antes una población que se llamaba Salduvia, del territorio de Edetania. Acuden a ella cincuenta y cinco pueblos: entre los de ciudadanos romanos están los bilbilitanos, los celsenses, antes colonia, los calagurritanos que se apellidan násicos; los ilerdenses, que son de la nación de los surdaonos junto a los que corre el río Sícoris; los oscenses -del territorio de Suesetania-, los turiasonenses. Entre los de derecho latino los cascantenses primitivos, los ergavicenses, los gracurritanos, los leonicenses, y los osicerdenses. Entre los federados, los tarracenses. Entre los tributarios los arcobrigenses, los andelonenses, los aracelitanos, los bursaonenses, los calagurritanos que se apellidan fibularenses, los complutenses, los carenses, los cincienses, los cortonenses, los damanitanos, los ispalenses, los ilursenses, los iluberitanos, los jacetanos, los libienses, los pompelonenses y los segienses .
A Cartagena acuden sesenta y cinco pueblos, aparte de los habitantes de las islas: los de la colonia Accitana Gemelense, los de la Libisosana apellidada Foroaugustana, que han recibido las dos el derecho itálico; los de la colonia Salariense; los de Cástulo de antiguo derecho latino, llamados también Caesarii Iuvenales; los setabinos o augustanos, y los valerienses . De los tributarios, los más conocidos son los alabanenses, los bastitanos, los consaburrenses, los dianenses, los egelestanos, los ilorcitanos, los laminitanos, loe mentesanos de sobrenombre oretanos, los mentesanos de sobrenombre bástulos y los oretanos a los que también se llama germanos; los de Segóbriga, capital de Celtiberia; los de Toledo, la ciudad sobre el río Tajo, capital de Carpetania los viacienses y los virgilienses .
Al convento jurídico de Clunia los várdulos llevan catorce pueblos, de los que sólo hay que nombrar a los alabanenses; los turmódigos, cuatro, entre los que se hallan los segisamonses y los segisamajulienses. Al mismo convento se dirigen carietes y vennenses con cinco “ciudades” entre las que están los velienses. Igualmente los peléndones con cuatro pueblos de los celtíberos, entre los que fueron famosos los numantinos, del mismo modo que entre las diecisiete ciudades de los vacceos los intercacienses, los palantinos, los lacobrigenses, los caucenses. Entre los nueve pueblos de los cántabros sólo hay que nombrar a Julióbriga, y entre las diez ciudades de los autrigones Tricio y Virovesca. A los arévacos les dio el nombre el río Areva. De ellos son seis poblaciones, Secontia y Úxama, nombres que se emplean también en otros lugares, y además Segovia y Nova Augusta, Termes y la propia Clunia, confín de la Celtiberia. El resto del territorio mira al Océano, así como, entre los pueblos mencionados, los várdulos y los cántabros.
A continuación de ellos se hallan los veintidós pueblos de los ástures, divididos en augustanos y transmontanos, con Astorga, una ciudad magnífica: entre ellos están los gigurros, los pésicos, los lancienses y los zoelas. El número de hombres libres de toda esa población llega a doscientos cuarenta mil.
El convento jurídico de Lugo es de dieciséis pueblos poco importantes y de nombre bárbaro, salvo los célticos y los lémavos, pero con casi ciento sesenta y seis mil hombres libres. Por el mismo estilo son las veinticuatro ciudades de Braga con doscientos ochenta y cinco mil hombres. Entre ellas, aparte de la de los bracarenses, se puede nombrar sin cansar a los bibalos, celernos, galaicos, equesos, límicos y querquernos.
La Hispania Citerior tiene una longitud de seiscientos siete mil pasos hasta el límite de Cástulo desde el Pirineo, y por la costa un poco más. La anchura, desde Tárraco hasta la costa de Oyarson, junto a la falda del Pirineo, donde el territorio se estrecha como una cuña entre dos mares, de trescientos siete mil. Después se ensancha paulatinamente y por donde corresponde a la Hispania Ulterior gana más de otro tanto en anchura. Casi toda Hispania es rica en minerales de plomo, hierro, cobre, plata, oro. La Citerior, además, en alabastro y la Bética en cinabrio. Hay también canteras de mármol. A toda Hispania concedió el emperador Vespasiano Augusto el derecho latino cuando estaba agitada por desórdenes públicos. Los montes Pirineos señalan el límite entre las Hispanias y las Galias, proyectando lo salientes de sus cabos sobre dos mares diferentes.
La Hispania Citerior desde el Océano.
A partir de las estribaciones del Pirineo comienza Hispania. Es más estrecha en esta zona, no sólo que la Galia, sino que ella misma, como ya hemos dicho, porque constriñen su enorme extensión de un lado el Océano y del otro el mar Ibérico. La misma cordillera del Pirineo, que se extiende desde el orto equinoccial hacia el ocaso brumal, hace a las Hispanias más estrechas que por la parte meridional.
La costa más cercana es la de la Hispania Citerior y concretamente su franja Tarraconense. Desde el Pirineo por el Océano se encuentran los bosques de los vascones, Oyarsón, las poblaciones de los várdulos, los morogos, Menosca, Vesperies y el Puerto Amano , donde ahora está la colonia Flavióbriga .
Siguen la región de los cántabros con nueve pueblos, el río Sauga y el Puerto de la Victoria de los Juliobrigenses; a cuarenta mil pasos de aquí están las fuentes del Ebro; el puerto Blendio , los orgenomescos , pertenecientes a los cántabros, Veseyasueca, puerto de éstos, la región de los ástures, la población de Noega; en la península, los pésicos, y después el convento lucense a partir del río Navia, los albiones, cibarcos , egos, los varros llamados namarinos , los adovos, los arronos los arrotrebas . El cabo Céltico , los río Florio y Nelón ; los celtas llamados neros y por encima los tamarcos , en cuya península hay tres aras sestianas consagradas a Augusto; los coporos, la población de Noeta , los celtas llamados prestamarcos y los cilenos. De las islas hay que citar Corticata y Aunios. Después de los cilenos está el convento de los bracarenses, los helenos, los grovios y la fortaleza de Tide, todos de origen griego; las islas Sicas, la población de Abóbriga, el río Miño, con una anchura de cuatro mil pasos en su desembocadura, los leunos, los seurbos y Augusta, ciudad de los bracarenses, por encima de los cuales se encuentra Galicia. El río Limia y el río Duero, uno de los mayores de Hispania, que nace en el territorio de los peléndones y pasa cerca de Numancia, después por el territorio de los arévacos y vacceos, separa a los vetones de Asturias, a los galaicos de Lusitania y asimismo a los túrdulos de los bracarenses. Toda la zona descrita, desde el Pirineo, está repleta de minas de oro, plata, hierro, plomo y estaño.
Lusitania.
A partir del Duero comienza Lusitania: allí habitan los túrdulos antiguos, los pesuros, está el río Vagia, la población de Talábriga, la población y el río Eminio, las poblaciones de Conímbriga, Colipón y Eburobricio. Penetra después en el mar un cabo con una larga lengua de tierra, al que unos llaman Ártabro, otros Magno y otros muchos cabo Olisiponense, por la población del mismo nombre; este cabo separa tierras, mares y cielo, en él concluye el lado de Hispania y dando la vuelta comienza el frente.
Por esta parte está el septentrión y el océano Gálico, por aquella el ocaso y el océano Atlántico. Algunos han sostenido que el saliente del cabo mide sesenta mil pasos, otros que noventa mil, no pocos han afirmado que de allí al Pirineo hay un millón doscientos cincuenta mil pasos y además que allí se encuentra el pueblo de los ártabros que nunca exixtió, con un error manifiesto, pues han situado en este lugar, debido a un cambio de letras, a los arrotrebas que ya hemos citado antes del cabo Céltico.
También se han cometido errores incluso respecto a los ríos más famosos. A dosciento mil pasos del Miño, del que ya hemos hablado, se encuentra, según Varrón el Eminio, que algunos suponen en otro lugar y lo llaman Limia, denominado por los antigos “del Olvido” y origen de muchas fábulas. A doscientos mil pasos del Duero está el Tajo, y entre ellos el Munda. El Tajo es célebre por sus arenas auríferas. A ciento sesenta mil pasos de él está el cabo Sacro que sobresale casi en la mitad frontal de Hispania. Varrón afirma que de allí al centro del Pirineo hay un millón cuatrocientos mil pasos y hasta el Anas, que separa Lusitania de la Bética, ciento veintiséis mil; la distancia desde Gades es de ciento dos mil más.
Sus pueblos son los celtas túrdulos y, junto al Tajo los vetones; desde el Anas al cabo Sacro están los lusitanos. Las poblaciones más famosas en la costa, a partir del Tajo, son Olisipón, famosa porque sus yeguas conciben con el viento favonio, Salacia denominada Ciudad Imperial y Meróbriga; el cabo Sacro y otro llamado Cúneo; las poblaciones de Osónoba, Balsa y Mírtilis .
La provincia en su conjunto está dividida en tres conventos: el emeritense, el pacense y el escalabitano, con cuarenta y cinco pueblos en total, entre los que hay cinco colonias, un municipio de ciudadanos romanos, tres de derecho latino antiguo y treinta y seis tributarios. Las colonias son Emérita Augusta, situada junto al río Anas, la Metelinense, la Pacense y la Norbense, con el sobrenombre de Cesarina, a la que están anexionados Castro Servilio y Castro Cecilio; la quinta es Escálabis, que se llama Presidio Julio. El municipio de ciudadanos romanos es Olisipón, llamado Felicidad Julia. Las poblaciones de derecho latino antiguo son Ébora, que también se llama Liberalidad Julia, Mírtilis y Salacia, de las que ya hemos hablado.
Entre los tributarios que no importa mencionar, aparte de los citados entre los nombres correspondientes a la Bética, están los augustobrigenses, los eminienses, los aranditanos , los arabricenses, los balsenses, los cesarobrigenses, los caperenses, los caurienses, los colarnos, los cibilitanos, los concordienses, los elbocoros, los interamnienses lancienses, los mirobrigenses, llamados celtas, los medubrigenses, llamados plumbarios, los ocelenses y los túrdulos, llamados bardilos y taporos .
Agripa afirma que Lusitania junto con Asturias y Galicia mide quinientos cuarenta mil pasos de longitud y quinientos treinta y seis mil de anchura, en tanto que todas las Hispanias, por el mar, desde las dos estribaciones del Pirineo se estiman por el contorno de toda su costa en dos millones novecientos veinticuatro mil pasos, aunque otros lo estiman en dos millones seiscientos mil.
Las islas del mar Atlántico.
Frente a Celtiberia hay un grupo de islas, llamadas por los griegos Casitérides por su abundancia en estaño; ante el cabo de la región de los arrotrebas se hallan las seis Islas de los Dioses, que algunos han llamado Afortunadas. Al comienzo mismo de la Bética y a veinticinco mil pasos de la entrada del estrecho se halla Gades que, según Polibio, tiene doce mil pasos de largo y tres mil de ancho. Dista de tierra firme, por la parte que más cerca está, menos de setecientos pies; por las demás partes, más de siete mil; su extensión es de quince mil pasos. Tiene una población de ciudadanos romanos que se llaman augustanos de la cuidad de Julia Gaditana.
Por la parte por donde mira a Hispania, a cien pasos más o menos, hay otra isla de mil pasos de largo y otros mil de ancho, en la que en su tiempo estuvo la población de Gades, Éforo y Filístides la llaman Eritea , Timeo y Sileno Afrodisíade , los naturales de la zona la denominan Isla de Juno . Timeo dice que a la mayor la solían llamar Cotinusa en su lengua; los nuestros la llaman Tartesos, los Púnicos Gadir, que en lengua púnica significa “recinto”. Se llamó Eritía porque los aborígenes, los tirios, decían ser originarios del mar Éritro. Algunos creen que en ella habitó Geríones, a quién Hércules robó sus rebaños. Hay otros que piensan que esta isla es otra distinta frente a Lusitania y llaman con el mismo nombre a una situada allí.
La llegada de pueblos celtas a la península es materia con más de un siglo en permanente discusión, sin que aún haya quedado fehacientemente definida. La lingüística, las fuentes clásicas y la arqueología ofrecen razones que muestran divergencias sobre la naturaleza de la presencia celta: etnográfica o cultural.
Hoy se definen como “celtas”, en sentido estricto, a los pueblos que hablando alguna de las lenguas celtas ocupaban el territorio centro-occidental europeo y parte de Anatolia entre el VI y el I a.C. Celtas serían así las gentes “celtoparlantes” procedentes de la cultura de La Tène o de su antecesora cultura de Hallstatt, y esta consideración tan solo alude a su identidad lingüística y cultural dejando de lado, por desconocida, su filiación étnica. Vemos así que la lengua y en menor grado la cultura material se constituyen en rasgos directores de la condición de “celta”.
Ahora bien, sin que lengua y cultura vayan necesariamente parejas, la lengua celta remontaría a un “protocelta” procedente del “indoeuropeo” (término acuñado en 1.813 por Thomas Young), del que a su vez se define una fase anterior denominada “antiguo-europeo” (Hans Krahe, 1.957); en tanto que la cultura de La Tène procedería de la de Hallstatt, que surge de la de Campos de Urnas, que a su vez remontaría a la más antigua de los Túmulos. Y aunque desconocemos la lengua hablada por las gentes de cultura Hallstatt anteriores a los celtoparlantes de La Tène, su condición lingüística “protocelta” se establece en base a su afinidad cultural y tecnológica con esas gentes de La Téne; factores ambos que permiten suponer una continuidad poblacional afectada por un proceso evolutivo endógeno que también alcanzaría a la lengua. Así además lo sugiere la existencia de un grupo de lengua celta que no acusa sin embargo rasgos materiales de La Tène, como es el caso de los celtíberos.
Tenemos así a unas gentes de etnia y lengua desconocidas a los que en base a su cultura material «precéltica» podríamos definir como indoeuropeos “preceltas” (Bronce Final, Campos de Urnas) e indoeuropeos “protoceltas” (Hierro I, Hallstatt), en ambos casos en función a su ascendencia espaciocultural sobre los indoeuropeos “celtas” (Hierro II, La Tène).
Los primeros celtas que figuran en la historia escrita, junto a los situados en las bocas del Danubio, son mencionados a mediados del V a.C. por Herodoto (keltoi) en vecindad al territorio de TARTESSOS, en un solar que en tiempo posterior aparecerá ocupado por los CELTICI (la Baeturia «céltica»: N de Huelva, SO de Badajoz y O de Sevilla). Por otro lado la Ora Maritima de Avieno (versificación de un periplo massaliota del VI a.C.) sitúa en el occidente peninsular a los CEMPSI y a los SAEFES; pueblos que la etnografía tradicional, siguiendo postulados de Boch Gimpera, A. Schulten y otros, también señala como «célticos». Y tanto Avieno como Herodoros de Herakleia (420 a.C.) incluyen entre los pueblos tartessios a los GLETES, etnónimo a su vez de sugestiva interpretación céltica: gletes―‘keltes’.
Ya en tiempo histórico los autores grecolatinos contemporáneos a la conquista romana, en su descripción de pueblos de la península, llegan inicialmente a considerar «céltico» todo el territorio al norte de los turdetanos y a occidente de los íberos. Y aún después, en plena época romana, se señala todavía la condición de «celtas» para distintos pueblos hispanos: celtici, celtíberos, berones, callaeci, neri… alcanzando incluso a definir como tales a lusitanos y vettones.
El carácter expansivo de estas culturas y su condición tradicional de “gentes celtas” propiciaron que los historiadores de primera mitad del siglo XX desarrollaran una serie de teorías sobre sucesivas migraciones “celtas”, integrando en cada una de ellas a un conjunto de pueblos establecidos siglos después en los supuestos puntos de destino.
Como antecedente a aquellas oleadas «célticas», y sin mencionar otras más remotas como “kurganes”, cerámica cordada, campaniforme… se aludió a una serie de migraciones indoeuropeas durante el Bronce Final. Así D’Arbois de Jubainville postuló una colonización occidental de alcance hispano: la de los LIGURES (teoría defendida por Schulten y otros). Otros autores (Pokorny, Almagro Basch...) señalaron que aquella primera oleada de hacia el 1000 a.C. correspondería en lugar de a LIGURES a ILIRIOS; Menéndez Pidal hablaría de AMBRONES e ILIRIOS… Para tiempo posterior se señalaron nuevas oleadas entre las que ya serían “celtas” las dos últimas: hacia el 500 a.C. la de los celtas GOIDÉLICOS y hacia el 270 la de los celtas BRITÓNICOS.
Estas teorías “invasionistas” que postulaban la avenida al occidente europeo de aquellas oleadas “celtas” tendrían en España como principal valedor a Pere Boch Gimpera, quien desarrolló (junto a Almagro Bach, A. Schulten, J. Maluquer, A. Beltrán…) un corpus secuencial de avenidas celtas desde el Bronce Final (X a.C.) que establecería, hasta los años 80, el mapa “oficial” hispano de aquellos movimientos migratorios, de los que llegarían a ser identificados al menos cinco.
En la actualidad estas teorías han quedado superadas, debido sin embargo a su interés historiográfico y a la profusión de citas relativas a aquellas migraciones que podemos encontrar en los textos históricos, las describiré a continuación.
III (1) - Migraciones indoeuropeas “preceltas”. Campos de Urnas
1ª oleada
Sería durante el siglo IX a.C. cuando grupos precélticos aislados penetrarían por los pasos de las Alberas y otros puntos más occidentales de los Pirineos, estableciéndose en la montaña catalana, los llanos de Urgel, el oriente aragonés y algún punto en la Rioja. Se estimaba que dichos grupos llegarían en número limitado y se fusionaron con la población autóctona, a juzgar por los escasos rastros que dejaron. La arqueología les identificaba a través de los “Campos de Urnas”, la toponimia les ponía en relación con los sufijos ‘d/unum’ y ‘acum’, y la etnografía tradicional les asignó la paternidad del pueblo de los BERYBRACES, posteriormente domiciliado en las montañas del suroeste de Castellón. Algunos también les relacionaron con los BERGISTANOS históricos.
III (2) - Migraciones indoeuropeas “protoceltas”. Hallstatt
2ª oleada
Los pueblos de la segunda oleada llegarían atravesando Roncesvalles hacia el 700 a.C. Se trataba ya de gentes de cultura hallstáttica procedentes del bajo Rhin que hallarían asiento en el alto Ebro, en el bajo Aragón y en la Meseta; de donde posteriores avenidas les replegarían a las zonas montañosas que bordean la meseta superior. Entre ellos se identificó al pueblo de los BERONES en la Rioja y a los PELENDONES en la región de Vinuesa.
A estas oleadas les sucederían durante el siglo VII a.C. al menos otras dos: la del pueblo de los CEMPSI y la del pueblo de los SAEFES, ambas enmarcadas todavía en la cultura hallstáttica. Veamos:
3ª oleada
Desplazados de la zona de Westfalia los CEMPSI atravesarían Holanda, Bélgica y la costa atlántica francesa hasta llegar a la península sobre el 650 a.C., destino que alcanzaron junto a parte de las tribus de GERMANOS, CIMBRIOS y EBURONES que se les irían uniendo en el camino. Se supuso que estos grupos germánicos habitaron algún tiempo en la Meseta, de donde los CEMPSI partirían hacia tierras extremeñas y el valle del Tajo portugués mandando avanzadas a las provincias de Huelva, Sevilla e incluso a la serranía de Ronda. En su vecindad se asentarían los EBURONES, que tendrían por capital a EBURA (Évora), mientras que CIMBRICUM (en la provincia de Cádiz) lo sería del pueblo de los CIMBRIOS. Los GERMANOS propiamente dichos quedarían domiciliados entre los ORETANOS, arrimados a las ricas zonas mineras de Sierra Morena, donde después figurará la población de ORETUM GERMANORUM considerada resto toponímico alusivo a su presencia.
4ª oleada
También los SAEFES, tras ser expulsados del Rhin por la sempiterna presión germana, arrastrarían a otros pueblos en su largo viaje a la península. SENONES, LUNGONES y LEMOVICES se unieron en el este francés al contingente acompañante de los SAEFES: SANTONES, BITURIGES, NEMETATI, TURODITURONES, BOIOS, DRAGANI y VOLCOS. La caravana en pleno aparecerá hacia el 600 a.C. en la Meseta, de donde se irían repartiendo tomando la mayoría dirección occidental. En las serranías de Teruel y Cuenca permanecerán partes de la tribu de TURODITURONES junto a los VOLCOS. El centro y norte de Portugal sería alcanzado por el grueso de los SAEFES acompañados de BITURIGES, BOIOS y otros. A Asturias llegarían los LUNGONES y parte de los DRAGANI, que se extendieron también por León y por el este de Lugo. NEMETATI, LEMOVICES (LEMAVI) y TURODI se establecerían en territorio galaico, donde tiempo después figurarán, respectivamente, en VALABRIGA (cuenca del Ave), DACTONION (Monforte de Lemos) y AQUAE FLAVIAE (Chaves).
Sobre este pueblo de los SAEFES sabemos que ostentaba como animal protector, de carácter totémico, a la serpiente (circunstancia que refleja su propio etnónimo: ‘*saeph-’ es raíz indoeuropea con significado de serpiente), y que protagonizarían antiguas leyendas, difundidas por Avieno (Ora Marítima), que narran una invasión de serpientes que expulsó de sus tierras en el noroeste a los autóctonos OESTRYMNIOS, en clara y emblemática alusión a aquella tribu indoeuropea saefe. Lo mismo recoge una leyenda local de Entrimo (topónimo sospechoso de filiación “oestrymnica”), que narra cómo los pobladores del Monte dos Castelos serían expulsados de sus tierras por una invasión de serpientes llegadas desde el Monte da Serpe hacia las tierras de Bande (territorio de los galaicos QUERQUERNI, pueblo al que Tovar emparentó con los SAEFES). Para más abundamiento se nos transmitirá, como ya vimos, el nombre de OPHIOUSSA (tierra de serpientes) en relación a estas tierras del occidente peninsular. Para García Bellido ‘saefes’ es nombre con que se denominarían a sí mismos; Ophioussa sería por contra el nombre que serviría a unas gentes extranjeras (griegos) para designar aquellas tierras a través del escaso conocimiento que tenían sobre sus pobladores.
III (3) - Migraciones indoeuropeas “celtas”
5ª oleada
La denominada quinta oleada sería la que más población aportara a la península, y en cierta forma la primera en ajustarse a la actual interpretación histórica y al concepto cultural de “celta”. Se sitúa en la primera mitad del VI a.C., cuando entrarían muchedumbres de celtas BELOVACOS, SUESSIONES, NERVIOS, AMBIANOS y VELIOCASSES (celtas belgas), a quienes se unieron los AUTRIGONES. Entre todos ellos serían los BELOVACOS los llamados a ser definitivos propietarios de la meseta castellana, y de su etnia surgirían los pueblos históricos de los AREVACOS, BELOS y TITTOS, entre los que algunos incluyen también a los VACCEOS.
Más tarde estos pueblos: arévacos, belos y tittos, serán junto a los LUSONES las tribus que conformen el núcleo de los CELTIBEROS históricos, único grupo étnico hispano de lengua y cultura celtas.
También el pueblo meridional histórico de los CELTICI se consideró parte de aquella migración (los textos les relacionan con los celtíberos y la arqueología señala más concretamente a los vacceos), sin que alcancemos a adivinar su precisa genealogía. Estos celtici tienen el honor de ocupar un territorio donde se sitúan los primeros celtas nombrados por la historia escrita (Herodoto en el V a.C.), junto a los de las bocas del Danubio; por demás de ser protagonistas de una interesante odisea galaica en el II a.C. que asentaría a grupos de ellos en el Finisterre junto a los galaicos NERI, conforme describe A. García Bellido, constituyendo el episodio una verdadera migración interna.
III (4) - Migraciones históricas
Posteriormente se registrarían aún nuevas avenidas, éstas ya de carácter plenamente histórico, como la del año 104 a.C. cuando un nuevo contingente de CIMBRIOS (con ancestros ya incluidos en la antigua oleada de los CEMPSI) entraría en la península por el Pirineo alcanzando la Meseta. La defensa que realizaron los celtíberos de sus tierras les resultaría tan gravosa a estos cimbrios que optaron por volverse hacia las Galias. La noticia procede de Tito Livio, Plutarco, Obsequens, Seneca y Hieronimus.
También se tiene noticia de una migración de galos llegada a ILERDA en el 49 a.C. acompañando a las legiones de César (acompañando en realidad a la caballería auxiliar gala de esas legiones). Estos GALLI parece que hallarían asiento definitivo en torno al río Gállego (GALLICUS flumen), donde tiempo después figurará bastante toponimia alusiva a los mismos (FORO GALLORUM, GALLORUM pagus, GALLICA FLAVIA, GALLICUM…). Es probable que el propio César decidiera aquel asentamiento de los GALLI en la zona del río Gállego, estableciendo así con ellos una especie de limus vasconum a fin de garantizarse la aquiescencia del pueblo VASCÓN, significado partidario de su enemigo Pompeyo y pueblo entonces en fase expansiva suroriental al amparo de aquel desde las guerras sertorianas.
Y esto es todo por ahora, si resulta de interés prepararé nuevos artículos sobre el estado actual de la arqueología céltica y sobre los sustratos lingüísticos y las lenguas célticas. Pasadlo del quince, un saludo.
menéame