En un sótano oscuro en el que apenas puedes erguirte, Abraham murió a los 52 años. Estuvo tres días sin poder levantarse del suelo, postrado por el cáncer. Se apagó poco a poco. Deja en Ghana a su mujer y a sus tres hijos, el más joven un nene de menos de dos años. "No hay derecho a esto, no hay derecho… Regularizar a los migrantes es la mejor arma para acabar con esto. Cuando alguno consigue papeles accede a un trabajo digno y en seguida sale para delante él solo. Solo quieren ganarse la vida"
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