La India revive la ola de violencia que se desató contra esta minoría, entre anhelos de justicia y el recuerdo sin cicatrizar de las matanzas. Los sijs -fácilmente reconocibles por sus turbantes, melena y luenga barba- tenían todavía presente la orden dada por Indira en junio de 1984 de asaltar el Templo Dorado
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