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Complejo de Eróstrato: especialistas en el arte de la apariencia

Todos somos testigos del complejo de Eróstrato. Lo vemos en esas personas que hacen del arte de la apariencia su forma de vida. Hay quien lo llama ‘postureo’, otros lo definen como exhibicionismo social. Son también los buscadores de likes en las redes sociales, personalidades que hacen de la apariencia una máscara sofisticada tras la que esconder su complejo de inferioridad.
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Eróstrato, entre el fuego y la memoria

En el año 356 a.C., el gran Templo de Artemisa, orgullo de la ciudad jonia de Éfeso, fue pasto de las llamas ante el estupor y la impotencia de cuantos lo veneraban. El fuego iluminó el cielo nocturno hasta su extinción entre las ruinas del recinto sagrado, patético legado de una gloria efímera. Tan memorable infortunio no fue consecuencia de un desastre natural ni de uno de los innumerables conflictos bélicos que asolaron el mundo antiguo. Su perpetrador fue un solo hombre, un humilde pastor llamado Eróstrato.
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Eróstrato, el hombre que destruyó una de las maravillas del mundo antiguo para pasar a la posteridad

El 21 de julio del año 356 a.C. un hombre sometido a tortura confesaba el porqué de su crimen al verdugo en presencia del mismísimo Rey de reyes, el soberano aqueménida de Persia Artajerjes III. No era un monarca pusilánime precisamente pues, según la costumbre habitual, había mandado asesinar a buena parte de sus parientes para asegurarse el trono, así que tampoco iba a tener contemplaciones con aquel desconocido. El motivo del tormento que mandó aplicarle era averiguar qué razón le impulsó a prender fuego al Templo de Artemisa en Éfeso.
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A los periodistas

Puede que el copiloto no sea culpable de lo que se presume que hizo, pero mientras se averigua, ¿es necesario que todos conozcamos su cara, su vida y milagros, sus aficiones, el balcón de su casa, la opinión que de él tenían sus vecinos y hasta la ropa que se ponía para correr? Si cualquier asesino, siempre que dé una buena campanada, tiene garantizada la fama mundial, ¿cómo nos va a extrañar que haya tantos Charles Manson o tantos asesinos en serie que sólo quieren alcanzar la popularidad?
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Por puro erostratismo

Entre las muchas maneras de hacerse famoso, y más todavía en la era de las telecomunicaciones, hay una enfermedad llamada erostratismo, que el diccionario de la RAE define como manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre. No tiene nada que ver con el dios Eros del amor, sino con un ciudadano de Éfeso llamado Eróstrato que en el año 356 a. C. incendió el templo de Ártemis, con sus tesoros dentro, por puro afán de notoriedad, para hacerse un hueco en los libros de historia.
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