Matías, conectado la mayor parte del día a una máquina de alimentación parenteral a través de un catéter, sigue aferrándose con todas sus fuerzas a la vida, que depende de un trasplante multivisceral. «Los médicos nos han dicho que es su única solución y que son, al menos, ocho órganos», cuenta su madre, de la que no sale una queja más allá de un «tengo mucho encima». Matías había nacido a las 34 semanas de gestación, con 1,430 kilos, y el diagnóstico no tardó en llegar: «Enterocolitis necrotizante». Dos palabras que dejaron noqueada...

El presente informe presenta el caso de un hombre de 76 años con enfermedad de Parkinson (EP) que falleció tres semanas después de recibir su tercera vacuna contra el COVID-19. El paciente fue vacunado por primera vez en mayo de 2021 con la vacuna del vector ChAdOx1 nCov-19, seguida de dos dosis de la vacuna de ARNm BNT162b2 en julio y diciembre de 2021. La familia del fallecido solicitó una autopsia por signos clínicos ambiguos antes de la muerte. La EP se confirmó mediante exámenes post-mortem.

De entre todas las bacterias que pueden causar la fascitis necrotizante, una de las más comunes es el microorganismo conocido como Streptococcus pyogenes. Este organismo se caracteriza por provocar un dolor extremo en las fases iniciales de la infección. Superior incluso al que sería natural teniendo en cuenta el daño causado en ese estadío de la enfermedad.

El pequeño padece el síndrome de Enterocolitis, inducido por proteínas (FPIES), lo que le ocasiona ser alérgico a todos los alimentos, excluyendo los melocotones que es lo único que tolera su organismo. Este síndrome causa una intolerancia alimentaria que afecta al tracto gastrointestinal. Los síntomas incluyen vómitos profusos, diarrea y deshidratación. Lo que puede desencadenar a una letargia grave, cambios en la temperatura corporal y presión sanguínea.

Un ingrediente presente en la leche materna puede utilizarse para prevenir que los bebés prematuros desarrollen una afección intestinal mortal que actualmente en la mayoría de los casos es incurable. La historia empieza con bebés que nacen muy pronto, antes de las 36 semanas de gestación, a los cuales se alimenta con una fórmula porque a menudo la leche materna aún no está disponible para el bebé prematuro.