Yo nací cuando existía un montón de gente que odiaba el fútbol. Crecí en el tardofranquismo y la Transición —que transitaba hacia esto, aunque entonces no podíamos saberlo—, y todavía una gran parte de la intelligentsia consideraba y decía abiertamente que el fútbol —y los toros, claro— eran el panem et circenses con que Franco y su gobierno habían controlado España, al menos en buena medida.