Observo a esos mayores, sus rostros preocupados, desconcertados, y no puedo evitar un sentimiento de piedad. Buena parte de sus hijos y, ya con entera seguridad, la casi totalidad de sus nietos han crecido con una visión bastante diferente de la realidad. Es de sobra conocido que a veces los niños se ponen muy pesados, hacen demasiadas preguntas. Antes se despachaban con un «esto es así porque te lo digo yo». Y punto. Pero las cosas han dejado de funcionar de ese modo, y desde hace bastante tiempo. Afortunadamente.