Las políticas de drogas legitiman control de personas, fronteras y mercancías. Es esta retórica y no las sustancias que pretende gestionar, la causante de las llamadas consecuencias imprevisibles: creación de un mercado ilegal, desplazamientos geográficos, estigma y discriminación hacia las personas que usan drogas, entre otros. Sirve al despliegue de medidas de carácter sanitario, social, educativo dando lugar a un caro entramado que, sin acabar de dar respuestas adecuadas, se ha consolidado impregnando de estas lógicas de control.