Al menos me queda el consuelo de haberte visto el último día de tu vida. Yo llegué de viaje a tiempo para la comida, tú pensabas ya salir y era absurdo intentar retenerte. No nos dijiste adónde ibas, pero nos aseguraste que volverías para la cena. Te mandé varios mensajes, en plan padre pesado, y al final respondiste: "Va, volveré antes de las doce y no haré ruido". No apareciste al final, pero tampoco nos alarmamos.