Tras expulsar a los embajadores sirios de los países europeos y EE.UU. en protesta por las masacres diarias que se le atribuyen al régimen dc Bashar al-Assad, Occidente no sabe ahora cuál será su próximo paso, al contrario de lo que hizo con la Libia de Gadafi, a la que atacó para apoyar a unas fuerzas rebeldes surgidas de la nada. Unos rebeldes que no parecen gozar de gran apoyo popular: sus levantamientos son en áreas geográficas reducidas, no en todo el país, y sus numerosos atentados, de los que siempre acusan al Gobierno, son monstruosos.