Siempre me sorprende que mi vecino, que dice ganar menos que yo, pueda gastar sin medida y comprarse un ático en la playa y hasta un yate. ¡Con lo que cuestan los amarres! ¿Cómo es posible? No, no se imaginen nada raro ni ilegal en ello. Mi vecino cumple con lo que dice la ley y paga sus impuestos. Ah, pero es que aquí radica la diferencia. La ley no nos trata igual. Yo, una simple asalariada, y él, un pequeño empresario, no pagamos los mismos impuestos.