Nueve años ya, Paco, de aquel viaje a Montreal, vía obligada de Burdeos. Cómo pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando te oí por última vez en el contestador del teléfono de mi casa, diciéndome que te ibas. Ya no volviste más. Por eso te escribo, para decirte que no hay día que no tenga recuerdos tuyos, de tu generosidad, de tu trabajo, de tu amistad.