Este tema, del Internet de las cosas, nos evoca los tiempos de Alan Turing en la primera mitad del siglo XX; cuando el mundo soñó con ver sistemas automatizados, robotizados, cada vez más parecidos al hombre o aún mejores. Bueno, este interés en el conocimiento ha traído como consecuencia los avances en inteligencia artificial, en robótica, en fin todo aquello que emule la inteligencia y el modo de actuar del hombre. El problema de fondo en esta línea de trabajo académico es lo que se denomina autonomía. Es decir, qué tanto necesita un sistema.