Un fundamento oscuro anda en la mente del ser curioso. Retorcido como un pámpano, el pensamiento anida para ser pisoteado en el lenguaje correcto, pero la abyección trasciende. A no ser que el género de la antifábula degenere en una sardónica visión del mundo que te arroja a las llamas del averno terrenal. Ese donde lo sustancial pierde su naturaleza gris cuando comienzas a darle vueltas, donde el instinto reptiliano se apoya en un rescoldo neuronal más recóndito, el de un vil insecto. Y te mantiene en ascuas.
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