Por mucho que la Unión Europea se empeñe en que Turquía es un país seguro para los refugiados devueltos de las islas griegas, los hechos indican que regresan a un país con una ascendente escalada de tensión, no solo bélica sino también étnica e incluso religiosa, sobre todo en las zonas del sureste donde precisamente se encuentran la mayor parte de los campamentos.
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