En los últimos meses se ha escrito y opinado mucho sobre los cambios en el currículum de Historia, en sus distintas etapas y niveles educativos. La mayoría de las críticas parten de una perspectiva ideológica, y culpan a la reforma de insertarse en un programa o proyecto nacionalizador más amplio, pero también de todo lo contrario, de constituir una cesión al nacionalismo en su lucha por controlar el discurso histórico y su interés por laminar toda referencia a un pasado común.
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