En contraste con los términos esquizofrenia o anorexia nerviosa, que evocan algo sórdido y oscuro, la llamada “bipolaridad” sugiere una divertida alternancia entre lo expansivo o genialoide y lo triste, entre lo amable y lo colérico. “Mi jefa debe ser bipolar” o “yo es que soy un poco bipolar” ―seguido de una carcajada cómplice― son ya clásicos de las conversaciones triviales contemporáneas. Este malentendido es especialente injusto con los pacientes y famias que sufren este grave trastorno, que supone la séptima causa de discapacidad mundial.
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